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#5 NIRVANA – Por la noche

CAP.5
Por la noche

 

A punto de irse a la cama, Lexa recibió un mensaje de texto del hombre que le llamó poco antes.
“Reúnete conmigo en mi despacho antes del amanecer. Procura que nadie te vea.”

Sin más, se puso una sudadera oscura, como todo su armario, se ató un pañuelo para disimular el rostro y partió hacia la ubicación. Le quedaba por delante un buen tramo por andar.

La localización de la cita era el casoplón del alcalde y el que solicitaba su presencia era precisamente éste.
Hacía varios años que trabajaba para él en secreto.

El alcalde era una persona ruin y sin escrúpulos que llegó a dirigir la cuidad a base de engaños y mentiras. Su nombre, Conrad. Conrad Clayton.
Su mujer, Gala, desapareció una noche en extrañas circunstancias, por más que invirtieron fondos y tiempo en encontrarla, nunca apareció.

Actualmente en la mansión reside Conrad con su único hijo Oliver y su mayordomo de toda la vida, Gaspar.

En cuanto Lexa llegó al portón de la vivienda Gaspar la recibió, como de costumbre, con la amabilidad y simpatía que le caracterizaba.

– Bienvenida señorita Lexa. El alcalde le está esperando en su despacho, deje que le acompañe. – Le dijo mientras subían las escaleras.

– Señor, la señorita Lexa ha llegado. – Dijo Gaspar. Sin más, asintió y salió de la habitación.

– Buenas noches Conrad. Aquí me tienes, como querías. – Dijo Lexa rotunda.

Tras tantos años de servicio ya no se dirigía a él con tanta cortesía.
Pero si con cierto temor, pese a la confianza ganada, conocía su poder y lo fácil que le sería deshacerse de ella si no estaba contento.

– Llevas mucho tiempo sin pedirme que venga. – Decía Lexa mientras se sentaba, intentanto aparentar tranquila.

– ¡Cállate Lexa! – Gritó de golpe Conrad. – ¿Cuándo ibas a avisarme de los cambios? ¡Sabes que en estos días daremos un importante golpe y mientras tú estás por ahí pavoneándote tan tranquila!

– Señor, no es como dice. – A Lexa se le quebró un poco la voz ante tal acusación. – Esa chica apareció de la nada, sin previo aviso. Nadie la conoce y por desgracia se topó con Knox. – Continuó. – No hace ni dos días que conozco su existencia.

Conrad le miraba furioso, pero mientras Lexa argumentaba la historia comenzaba a sosegarse.

– He hecho lo posible para que Knox deje de ayudarla pero no se porqué, él está obsesionado con no dejar que se vaya.

– ¿Qué sabes de ella? – Le interrumpió Conrad.

– Se que es huérfana, no tiene grandes amistades por lo que intuyo ni relación con otros familiares. Tampoco tiene dinero ni posesiones. – Contaba Lexa. – Es bastante mojigata, no creo que suponga una amenaza. Es un incordio, pero no parece peligrosa.

– Actualmente, se ha instalado en casa de Knox. – Continuaba la chica. – ¡Mary y Blossom están encantadas con ella! Ya conoces a esos vejestorios. Por desgracia, se queda. Esta misma mañana ha solicitado un apartamento y estoy segura de que se lo darán.

– Todo mal, todo mal… – Respondió Conrad angustiado. – Tendrías que haber mediado para que siguiera en casa del hippie, así la tendrías más controlada.

– Si y no. Hacerle cambiar idea estaba difícil pero creo que es mejor que se vaya a los apartamentos. – Lexa intentaba sonar tranquilizadora.

– Conrad, confía en mi, nunca te he fallado. – Decía con orgullo. – Después de todo, una simple turista no va estropear tus planes, ni podrá conmigo.

El alcalde se limitaba a estar en silencio, no sabía que decir. Se sentía inquieto pero conocía la capacidad de Lexa.

– Está todo bajo control, déjalo en mis manos. – Continuó. – Seguramente no aguante el ambiente ni el ritmo de trabajo de ahí abajo y salga por patas.

– Lexa, no me decepciones. – Dijo finalmente. – Pero haz el favor de contarme cada cambio y cada uno de tus movimientos.

– Por supuesto, señor. – Asintió Lexa.

– Puedes irte. – Se despidió Conrad. – Sal tu misma, Gaspar está ocupado.

Al salir del despacho se cruzó con Oliver.
Éste sabía que Lexa se había reunido con su padre y la esperaba en el pasillo.

La agarró de la mano y le hizo pasar a su habitación.

Llevaban un par de semanas sin verse, se les hizo una eternidad.
Una vez cerrada la puerta no pudieron aguantar las ganas y se fundieron en un profundo abrazo.

– ¿Y estas heridas, estás bien? – Preguntó el muchacho inspeccionando la cara de la chica.

– Si, si, no te preocupes. – Dijo Lexa con los ojos iluminados. – Son solo rasguños del trabajo.

–  Te echaba tanto de menos… – Le dijo Oliver hundiéndose en su cuello.

Giró a la muchacha sobre sí misma y se besaron como si la vida se les fuese en ello.

De repente, Lexa paró en seco. No podía dejar que la emoción se les fuese de las manos.
No esa noche.

– Oliver tengo que irme. – Dijo aún sofocada.

– Eh, ¿qué pasa? – Contestó deteniéndola para que no abriese la puerta. – Pareces triste.

– Te echo demasiado de menos, Oliver. Cada día se me hace más difícil la situación. – Se lanzó a sus brazos.

Un nudo en la garganta estaba apunto de estallar pero no quería llorar.
Sabía que en cuanto una gota saliese, no podría parar.
Oliver suspiró y la abrazó con fuerza.

– Todo es una mierda, estoy de mierda hasta el cuello y no dejan de aparecer más y más problemas. – Continuó. – Quiero que acabe esta pesadilla. Sólo quiero un poco de paz.

– Respira, mi vida. – Dijo Oliver tratándola de consolar. – Queda poco, nuestro plan está en marcha. Ten un poco de paciencia, lo estás haciendo genial.

Tuvieron que despedirse rápidamente.
Dentro de poco amanecería y nadie podía ver a Lexa vagando por esa zona del pueblo.

Oliver estaba igualmente superado, ver a Lexa así le rompía el alma.
Nunca nadie había tenido en cuenta sus sentimientos, sus preferencias ni pensamientos.
Se daba por hecho que debía seguir el mandato de su padre sin rechistar.
Todos, menos Gaspar.
Él había criado al muchacho junto a su madre y en muchas ocasiones era su confidente y quien le daba consejos y lecciones de vida.

Lexa partió a su casa.
Invadida por una oleada de sentimientos, todos negativos.

Pero…
¿Cómo llegó a esa situación?
¿Quién es Lexa?

Ella no era originaria de Evergreen, sino que llegó al pueblo con 16 años sin compañía alguna.
Es la menor de las hijas de un matrimonio tradicional de Willow Creek.
Siempre ha despuntado entre sus hermanos por su rebeldía e inconformismo.
Desde bien pequeña se movía únicamente por interés, andaba siempre metiéndose en líos y comprometiendo la reputación de su familia.
Un día despertó decidida a desaparecer por completo. Decidida a irse lejos, muy lejos.
Sin pensarlo abrió el bolso de su madre y cogió todo el dinero que había en el.

Llego, fortuitamente, a Evergreen, como podría haber llegado a otro pueblo cualquiera.
Trabajó como camarera en un restaurante durante un par de años hasta que conoció a Conrad.
Vivía bien con las propinas del bar, pero el alcalde le ofrecía algo más que calderilla y eso unido a su personalidad hicieron que acabase donde se encuentra.

Lexa por fin llegó a casa, estaba exhausta pero la pena y la agitación le inundaba el cuerpo impidiendo que pudiese dormir.

No hacía más que pensar en Nirvana, en Knox, en Conrad, en Oliver…
Pero sobretodo, no podía dejar de pensar en su próximo objetivo.
Ahora, su prioridad era mantenerse lo más cerca posible de Knox.
Tanto por controlar a la nueva como para distraer al chico de los planes del alcalde.

Se incorporó, cogió su teléfono móvil y le envió un mensaje a Knox.

Finalmente, su cuerpo ya no le dio más de sí y cayó rendida sobre el colchón con el teléfono en la mano.
Tenía que madrugar para trabajar y debía descansar al menos un par de horas.

En el otro punto del pueblo, Conrad llamó a su hijo.

– Oliver, te he oido con Lexa. – Replicó un poco decepcionado. – Ya te dije que cortaras la relación con ella.

– Papá, ya te dije que no lo voy a hacer. – Respondió el joven sin titubear.

– No puedes hacerme esto. – Dijo alterado. – ¡Hay muchas chicas por ahí, deja de complicarme las cosas!

– Ya, papá. Pero esas chicas no son Lexa. – Contestó. – Mira, yo no elijo en quien me fijo.

– Procura que esto no sea un problema, si no, te las verás conmigo. – Dijo Conrad desafiante. – Me da igual que seas de mi sangre. Esto no es un juego y no voy a dejar que arruines años de trabajo por tus caprichos.

– Descuida, padre. – El chico miraba a su padre sin un ápice de temor ni remordimiento. Había sacrificado mucho, toda su infancia y adolescencia y esto no iba a ser otra cosa más que añadir a la lista.

CONTINUARÁ…

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Espero que os guste, nos leemos pronto.
¡DAG, DAG!

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